IoT es el acrónimo de Internet de las Cosas (en inglés) «inteligentes». Teléfonos móviles, relojes fibit, aspiradores smart, etc. recopilan datos para sus funciones propias y ahora, gracias al IoT, los comparten.
Los datos cruzados y compartidos tienen un valor muy superior a la suma de sus valores individuales y eso lo saben las grandes corporaciones, como explicábamos aquí.
La inteligencia humana funciona bajo los mismos principios, capas de redes neuronales procesan datos simultáneamente y después de múltiples interacciones se llega a un resultado.
El valor de la información en red es consecuencia de obtener gran cantidad de datos y de las interacciones entre ellos.
Es fácil llegar a la conclusión de que si las máquinas son más «inteligentes» cuando comparten información, lo mismo ocurre con las personas. Conectar cerebros en red multiplica las interacciones y acelera el desarrollo de las ideas.
El papel de las grandes corporaciones tecnológicas
Las grandes empresas son un pilar clave en el actual ecosistema tecno-industrial, su capacidad financiera les permite abordar proyectos estratégicos y realizar fuertes inversiones en infraestructuras. Pero atención, como todo algoritmo, crece y cuanto más grande, más «alimento» necesita. Sin control, puede acabar fagocitando el propio ecosistema del que depende.
El rol de las pequeñas empresas
De ahí que las pequeñas y medianas empresas deberían apresurarse a compartir conocimiento y esfuerzos de manera organizada. Compartir como lo hacen los dispositivos IoT e incrementando así el valor de su información.
Si no lo hacen, si no trabajan en red, el valor de su conocimiento y la capacidad de influir en el mundo que nos rodea, será cada vez más irrelevante.
Sólo los «dispositivos» conectados, que formen parte activa de una red inteligente tendrán la capacidad de enfrentarse con posibilidades de éxito a los retos que el presente ya nos plantea.